La Iglesia Católica nunca ha
enseñado que los Santos sean omnipresentes, omniscientes y todopoderosos como
Dios. y en realidad no necesitan serlo para cumplir la misión que la Iglesia
les atribuye de interceder con milagros y con la oración por los fieles de la
Iglesia.
En cuanto a la omnipresencia, hay
que afirmar rotundamente que los Santos no pueden estar en todas partes al
tiempo como si puede estarlo y lo está Dios siempre. Solo que en el Cielo
disfrutando de la resurrección ya sus cuerpos no están sujetos a las leyes de
la materia como cuando vivían en la Tierra, sino a las del Espíritu. Y de
acuerdo a las leyes del Espíritu si pueden ser transportados por Éste a
cualquier punto de la Tierra en un instante.
Eso lo muestra la Biblia en las
apariciones de Jesús a los discípulos después de muerto y resucitado, 1Cor 15,
3-5, que aparecía y desaparecía en un instante, Lc 24, 34, incluso en sitios
cerrados, Jn 20, 19ss, y podía aparecer en sitios muy distantes después, Mt 28,
16.
Algunos me han contestado que eso
lo hacía Jesús por ser Dios, pero que no lo pueden hacer los Santos porque son
seres humanos. Recordemos que Jesús le había dicho a los miembros de su Iglesia
única que ellos harían las cosas que El hacía y mayores aún, Jn 14, 12, por lo
que si Jesús venía a la Tierra y hacía milagros, Jn 21, 1-14, y hablaba con los
discípulos después de su muerte, los Santos después de morir físicamente también
lo pueden hacer porque han recibido la misma vida eterna de Cristo, no ninguna
otra, lo que el mismo Jesús dijo, que el que creía en El tendría vida eterna,
que aunque muriera viviría para siempre –porque convertirnos y acceder a la
vida eterna consiste en llegar a ser
como Cristo, en reproducir su imagen en nosotros como lo dice Rom 8, 29, lo que significa tener su misma vida eterna y sus mismas facultades.
Y la demostración bíblica de que esta
cualidad si la pueden tener seres humanos que han recibido el Espíritu es mostrada en el episodio bíblico en
que el Apóstol Felipe es transportado por el Espíritu Santo a otra ciudad –Azoto-
en un instante después de bautizar al eunuco etíope en el desierto, Hch 8,
39-40.
Algunos me dirán que eso fue
mientras estaba vivo, no después de morir. Todo lo que Dios realizaba en los
discípulos del Nuevo Testamento es figura o anuncio, o adelanto si se quiere, de
lo que podremos vivir en plenitud en el Cielo después de nuestra muerte física.
Y aunque eso lo negáramos, esa cualidad o don
también fue mostrado a través de personas santas después de su muerte física, por
ejemplo cuando Moisés estuvo presente junto a Jesús delante de los Apóstoles
Pedro, Juan y Santiago en la Transfiguración, Lc 9, 28-36 –también estuvo Elías
pero no lo menciono porque me van a decir que él no murió físicamente porque
fue llevado a los Cielos sin experimentar la muerte física, lo que en realidad
no cambia en nada el hecho de que si estuvo en la Transfiguración es porque
estaba vivo en el Cielo como Jesús lo prometió a todos los Santos -el hecho de no pasar por la muerte solo es una concesión especial que no cambia el hecho de fondo, que está vivo en el Cielo-, lo que dijo expresamente
también de Abraham, Isaac y Jacob en Lc 20, 37-.
Que la presencia de Moisés y
Elías en la Transfiguración era muy real lo demuestra que Pedro le propuso al
Señor que hicieran tres tiendas para que pasaran la noche con ellos, lo que significa
que su apariencia era la de unas personas comunes y corrientes, con un cuerpo
físico que podía ser tocado -aunuqe no dice el texto que lo hicieron- como el de Jesús después de su resurrección, Jn 20,
11-18, episodio que también despeja cualquier duda de que no fueran ellos en
realidad. Lo aclaro porque muchos dicen para negar que estén vivos en el Cielo que era solo una visión, que no estaban en realidad
allí, lo que no dice el texto.
¿Puede darse que algún Santo
tenga el don de la ubicuidad que es estar presente en dos sitios al mismo
tiempo?
Es necesario aclarar primero que
el don de la ubicuidad no significa ser omnipresentes como Dios. Hay que
distinguir un concepto del otro. Omnipresente solo es Dios porque solo El puede
estar en todas partes del Universo entero al mismo tiempo. El don de la
ubicuidad solo implica poder estar en dos sitios a la vez.
Aunque ninguna persona aunque
esté ya en el Cielo deja de ser eso siempre, una persona y siempre la misma
persona, en singular, si es cierto que ya tiene un cuerpo glorioso como ya
dijimos antes, que no está sometido a las leyes de la materia sino a las del
Espíritu, y que por ese don concedido por Dios a los Santos de ser trasladados
de un punto a cualquier otro de la Tierra en solo un instante, si pueden tener, por la rapidez en que pueden ser transportados, de un sitio a otro en un instante, el don de la ubicuidad.
De algunos Santos -el Padre Pio
por ejemplo- se cuenta que aun mientras vivían en la Tierra han experimentado
estar en dos sitios distantes a la vez a la misma hora, lo que ha sido avalado
por testigos en ambos sitios, pero asumamos que eso sería de forma excepcional
concedido a algunos Santos excepcionales, y es posible porque para Dios nada es
imposible. Porque si en El somos, nos movemos y existimos durante nuestra vida natural
como lo dice Hch 17, 28, cuando vivimos la vida en el Espíritu también estamos
ya sujetos a leyes superiores que tendremos en plenitud en el mas allá.
De todas formas esto solo lo anoto
a manera de comentario pero como no es comprobable bíblicamente sino como parte
de la revelación personal hecha por el Espíritu a quienes lo reciben al convertirse,
ni es necesario ni vale la pena entrar en esta discusión. Con saber que pueden
estar en la Tierra e interceder actuando en favor nuestro, lo que si demuestra
la Biblia fehacientemente, ya es suficiente.
Tampoco los Santos son
omniscientes como Dios, que puedan escuchar todo lo que se dice en la Tierra ni
necesitan hacerlo. Los santos escuchan solo lo que el Espíritu del Señor, el
que si es omnipresente y omnisciente y por eso todo lo ve y todo lo escucha, les
revela o comunica de lo que necesitan saber de acuerdo a la misión que vayan a
cumplir para servir al Señor. Uno de los componentes de la fe cristiana es
recibir la luz y los dones del Espíritu Santo desde que lo recibimos visiblemente
como en Pentecostés, lo que está mostrado muchas veces en la Biblia.
Para poner solo unos pocos
ejemplos, porque el Espíritu se lo reveló Jesús le pudo decir a la samaritana su
historia de varios maridos cuando Jesús le pidió de beber junto al pozo de
Jacob, Jn 4, 17-18, por lo que ella lo reconoció como el Mesías, lo que demostraba que era cierto.
O cuando le dijo a Natanael, sin
nunca antes haberle conocido personalmente, que le había "visto" debajo de
la higuera y que era un hombre con un corazón sin engaño, Jn 1, 47-49. Le había
sido revelado por el Espíritu tanto un episodio real en el que no estuvo
físicamente presente Jesús, como un estado interior de otra persona que solo por
la acción del Espíritu podía ver.
También por este don Pedro supo
que Ananias y Zafira hacian fraude con el dinero del lote, Hch 5, 1-5, lo que
se demostró que era cierto porque murieron en el acto, pues de lo contrario no
habrían muerto, porque no significaría un pecado contra el Espíritu presente en
los Apóstoles, que fue por lo que murieron.
Y así hay otros pasajes que
narran este conocimiento por parte de los creyentes de cosas que no se pueden
saber a simple vista, con las solas cualidades humanas, sino que el Espíritu se
las comunica y revela directamente. Y como los creyentes ni al morir
físicamente nos separamos de Cristo una vez unidos a El, esa cualidad o don permanece
en el mas allá.
Entonces los Santos solo saben lo
que el Espíritu les comunica de acuerdo a lo que necesitan saber para cumplir
su misión evangelizadora y de intercesión, tal como sucedía cuando las realizaban en la Tierra. El Espíritu les participa en un grado menor de su omnisciencia porque llegan a saber lo que necesitan saber, y que de
otra manera, si no lo hubieran recibido desde que estaban en la Tierra, nunca
podrían conocer, pero eso no significa que son omniscientes como Dios.
Por ello los Santos no escuchan ni
tienen que escuchar todo lo que se dice en la Tierra como lo hace Dios, ni
siquiera deben escuchar todo lo que se les pide, pues escuchan solamente
aquellas oraciones que el Espíritu les revela o hace escuchar porque serán
concedidas, de todas las que les hacen los fieles desde la Tierra.
Y ellos pueden atender solo una
oración por vez, pero como pueden ir de un sitio a otro en forma instantánea
como ya lo vimos arriba, pueden atender muchas peticiones en instantes. Pero no todas las oraciones requieren que el Santo
a quien se le haya hecho se desplace a un sitio, pues muchas son para pedirles
oración por alguien.
Los santos no son tampoco omnipotentes
como Dios por el hecho de que puedan hacer milagros, porque solo hacen los que
el Señor les concede hacer por ser necesarios para ayudar a un creyente que los
ha invocado en la oración, a quien es enviado, tal como aparece en el Nuevo
Testamento que los hacían los Apóstoles. Y a ellos les era pedido por muchos
fieles hacer milagros sin pedirlos directamente a Jesús o al Padre. Y ellos los
hacían por el poder que habían recibido del Señor, Hch 9, 38-40.
Por eso los Apóstoles podían
hacer los milagros que hacía Jesús como sanar enfermos, Hch 3, 1-11, y
resucitar muertos, 9, 36-42.
Y después de fallecidos y
resucitados pueden hacerlos también porque no han cambiado la condición de ser
de Cristo, de estar unidos a El y por eso tienen su mismo poder. Por eso dijo
Pablo, como ya lo mencionamos arriba, que "ni la muerte ni la vida nos
podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.", Rom 8, 38-39.
Y en los casos en que necesitan
desplazarse a la Tierra cada Santo con la guía del Espíritu puede decidir cuáles son mas
urgentes y atenderlas primero. No todas las oraciones como ya vimos son
concedidas ni tienen que ser concedidas de forma automática e instantánea,
porque eso depende del grado de conversión del orante y de que Dios decida
concederla de acuerdo a la conveniencia de la solicitud para la salvación del
fiel, porque Dios no concede oraciones que nos sirvan para perjuicio nuestro,
para condenarnos, aunque las pidamos fervorosa e insistentemente –aclaro esto
porque hay algunos hermanos separados que con cronómetro en mano hacen necios cálculos
de cuanto podían demorar los Santos en atender las oraciones si las concedieran
todas para tratar de demostrar que no es posible cumplirlas todas-.
Por el solo hecho de que alguien
pida algo a un Santo, o porque oren muchos al mismo tiempo a un Santo o a María
para solicitarle algo, eso no quiere decir que el Santo deba trasladarse
automáticamente a cada sitio donde lo invocaron, porque en ese caso ya la
oración no sería una petición o ruego sino una orden obligatoria y eso no es
real. Cada Santo es autónomo para organizar, siempre guiado por el Espíritu, a
quien atiende y en qué momento lo hace, y solo lo que debe atender, o lo que es importante que conozcan, le es
comunicado.
Los santos son como los Ángeles,
colaboradores y servidores de Dios, y solo cumplen sus órdenes. No son reemplazo
de Dios ni tienen poderes en el mismo grado que Dios, y todo lo que pueden
hacer es porque Dios les ha concedido el poder de hacerlo.
Algunos me han preguntado ¿porqué
pedirle a los Santos y no a Dios si El escucha directamente nuestras oraciones
y El las puede conceder directamente sin comunicarla a los Santos para que
ellos las realicen?
Porque como ya dijimos Dios decidió
libremente escoger colaboradores de entre quienes deseen seguirlo para que le
ayuden en su misión salvadora, para lo que eligió y formó a los Apóstoles y
demás discípulos y los envió con su poder al mundo entero para que el crea en
Jesús a través de ellos se salve, Jn 17, 20-23; Mc 16, 15-16.
Pero hay otras razones
adicionales. Porque Dios puede saber todo lo que pedimos porque es omnisciente,
pero eso no significa que toda oración que oye la conceda, porque solo las
concede dependiendo del grado de conversión y del deseo de seguirle y amarle del orante. Por eso
El mismo reveló que escucha la oración de los justos: “la oración del justo es
escuchada”, Sant 5, 16, –también depende
de que sea conveniente lo que pedimos para nuestra salvación-.
Por esa condición necesaria de
vivir antes en la justicia de Dios para que El escuche nuestra oración es que
dijo Jesús a los dirigentes de su Iglesia única, a los Apóstoles y demás
discípulos, que lo que pidieran “en su Nombre”, que significa estando ya en su
presencia real recibiendo de forma manifestada su Espíritu como fue concedido a
los Apóstoles en Pentecostés, El lo haría porque iba al Padre, Jn 14, 13.
Por ello aunque Jesús no tenía
pensado ni programado realizar ningún milagro, y se resistía a hacerlo, María
lo convenció de convertir el agua en vino en la boda de Caná siendo que los
novios y el maestresala no se lo pidieron a Jesús directamente sino a Ella, Jn
2, 1-10, porque Jesús cumple lo que promete, que lo que le pidan sus Santos lo
concede. Por eso Maria y los Santos pueden interceder con sus oraciones ante
Jesús para que por lo que les pedimos a ellos interceder Jesús nos lo conceda,
porque a ellos si les atiende sus peticiones con toda seguridad.
Por ello es necesario pedirle a
los Santos que oren por nosotros, tanto a los dirigentes de la Iglesia Católica
que aún están con nosotros acá que oran por nosotros y nuestra salvación en la
Misa, y a los Santos del Cielo que ya gozan de la plenitud en el mas allá,
porque si los convencemos de hacerlo estamos seguros de que a ellos Jesús si
los escucha y les concede lo que pidan porque ya son justos, ya viven en su
presencia real.