Claro que la sangre de Jesús es
la que nos salva y nos limpia de todo pecado pero eso no es automático, sino
que nos sucede de la forma en que lo muestra la Biblia que nos puede y debe
sucedernos.
¿cómo es que la sangre de Jesús
nos limpia? ¿como lo vivieron los apóstoles?:
Por una parte, a través de la
predicación de Jesús, la que incluía los sacramentos que les instituyó como el Bautismo,
el perdón de los pecados y la Eucaristía principalmente, les fue enseñando y
quitándoles poco a poco a los apóstoles los obstáculos interiores para que
avanzaran en su fe.
Los efectos de la predicación
Por ejemplo, cuando Pedro se
opuso a que Jesús fuera crucificado Jesús le dijo que se apartara de El y lo
llamó satanás pues se oponía a lo que Jesús sabía que era la voluntad de Dios.
Cuando se peleaban entre ellos
por quien debía ser el primero Jesús les corrigió diciéndoles que el que se
haga el más pequeño sería el primero y les lavó los pies. Cuando ellos querían
aplicar la ley del "ojo x ojo y diente x diente" Jesús les corrigió
diciéndoles que se debía amar a nuestros enemigos y perdonarles para que Dios
nos perdonara.
Y los alimentó con su cuerpo y su
sangre en la primera Eucaristía, para lo cual los preparó durante cerca de tres
años (primera comunión) hablándoles de lo que iban a recibir.
De muchas de estas formas les fue
limpiando de lo que había en ellos que no era agradable a Dios. Esa fue la
forma en que preparó su interior para que la sangre derramada de Cristo cayera
sobre ellos.
Luego Jesús fue entregado,
crucificado, derramó su sangre y resucitó de entre los muertos, con lo que
abrió la posibilidad, de una vez y para siempre, de que fuéramos lavados con su
sangre preciosa.
Pero luego de vivir esto (nunca
antes) les sucede a los apóstoles algo extraordinario en Pentecostés: les llega
el Espíritu Santo a manifestárseles visiblemente (no imaginada o sentimental o
emocionalmente como lo asumen los protestantes sin manifestación visible
alguna), lo que quiere decir que ese Espíritu que Jesús envió después de su
muerte y resurrección es quien contiene la sangre de Cristo con la que somos
lavados de nuestros pecados: "y han sido santificados por el Espíritu para
obedecer a JesuCristo y recibir la aspersión de su sangre.", 1ped 1, 2 -la
explicaremos en detalle mas adelante-.
Y ello es así porque la muerte de
Cristo y su sangre derramada en la cruz representan la muerte de nuestra
voluntad humana, y el Espíritu manifestado visiblemente es quien nos da la
voluntad de Dios que nos guía que es lo que permite que muera nuestra voluntad
humana, que es la cruz que Jesús dijo que debíamos cargar todos "el que
quiera servirme que renuncie a si mismo, tome su cruz y me siga".
Por ello Pedro, a los presentes
testigos de Pentecostés que le preguntaban que tenían que hacer para recibirlo,
les dijo: "arrepentíos, y bautícense cada uno de vosotros en el nombre de
JesuCristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo"
(Hch 2, 38), por lo que se les unieron a su única Iglesia apostólica cerca de
tres mil almas ese día, lo que quiere decir que debemos seguir a Jesús en la
misma Iglesia que el formó en Pedro y los demás apóstoles hace 2000 años, ya
que ellos, los apóstoles, fueron los que transmitieron a sus propios discípulos
posteriormente la manifestación visible del mismo Espíritu Santo que ellos
recibieron en Pentecostés (Hch 10, y 11), cuando ya Jesús no estaba físicamente
sino que estaba a través de ellos por el Espíritu recibido (por ello por fuera
de esa única Iglesia no se da pues solo la transmite quien la ha recibido a
quien es su discípulo y cree a su predicación).
Y los pudieron salvar o transmitirles
la misma manifestación visible del Espíritu porque ya la habían vivido antes y
porque solo desde esa experiencia es que su predicación fue eficaz, ya que solo
la predicación hecha con el Espíritu manifestado es la que puede bautizar al
creyente después de creerla, hasta llegar a la fe que el mismo Espíritu le da
en propiedad cuando le llegue.
Por ello es que si no la hemos
recibido debemos pedir perdón por nuestros pecados al mismo Cristo
confesándolos a un Sacerdote (que ya ha recibido el Espíritu, como lo dijo Cristo
en Juan 20, 19-23) para recibir la absolución, para que nuestros pecados no nos
impidan recibir la manifestación visible del Espíritu Santo.
Así lo dijo Pedro en el saludo
inicial de 1ped: "según el previo conocimiento de Dios padre, con la
acción "santificadora" del Espíritu (por la manifestación visible que
él vivió en Pentecostés, que es por lo que lo sabe), para obedecer a JesuCristo
(que es santo porque es hijo de Dios y recibió el Espíritu en su Bautismo) y
ser rociados con su sangre" (solo por la manifestación visible del Espíritu
al creyente es que podemos obedecer a JesuCristo en nuestro interior -no solo
por la palabra escrita- y ser rociados con su sangre, ser lavados de nuestros
pecados y experimentar la santidad y la salvación.
La Eucaristía nos trae la muerte
de Cristo en la cruz a nuestro interior
Como dijimos antes, la muerte en
la cruz de Cristo no nos salva automáticamente, no nos da la salvación desde el
Gólgota (allí quedó establecida de una vez para siempre, pero nos falta su
aplicación en nosotros), sino que la manifestación visible del Espíritu (como
la vivieron los apóstoles en Pentecostés y sus discípulos en Hch 10, 44 y 19, 6;
y en todo el Nuevo Testamento en donde se muestra que el Espíritu guiaba
expresamente a cada discípulo de los apóstoles) es la que finalmente -después
de seguirlo en la Iglesia- nos aplica la sangre de Cristo en nuestro interior.
El Espíritu manifestado a
nosotros después de seguir a Jesús en la Iglesia (como lo siguieron todos los
discípulos de los apóstoles en la biblia, que se sumaban a la Comunidad o Iglesia,
"los que se habían de salvar", que Jesús inició con ellos, para
reunirse y recibir allí la fracción del pan, la vida común, y la enseñanza de
los apóstoles, Hch 2, 41ss), es quien nos hace vivir en nuestro interior la
muerte de Cristo en la cruz, que es la muerte de nuestra voluntad humana, para
que el Espíritu con su presencia nos guíe con la voluntad directa de Dios, que
es la resurrección. Por ello debemos seguir a Cristo en esa misma Iglesia
apostólica y Católica.
Así lo dijo Pablo, un miembro de
la misma y única Iglesia apostólica: "con Cristo estoy crucificado
(experimentó él mismo la muerte de Jesús en la cruz), y ya no soy yo quien vive
(ya murió, ya no sigue su voluntad humana) sino que es Cristo quien vive en mi
(pues hace la voluntad de Dios que le da el Espíritu directamente)", Gal
2, 20.
Y así lo dijo Jesús: "quien
coma mi carne y beba mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré el último
día", Jn 6, 54.
Y dijo además que "esta copa
es el nuevo pacto en mi sangre", 1Cor 11, 25b, lo que quiere decir que la Eucaristía
(y no solo la sangre derramada en la cruz en forma independiente de ella),
conforman lo central y lo fundamental de la fe cristiana, es "el nuevo
pacto en mi sangre", y es a través de la cual la muerte de Jesús en la
cruz se concreta en nosotros y somos rociados con la sangre que Cristo derramó
en ella (1Cor 11, 26: "cada vez que la bebiéreis anunciáis mi muerte"
-la vivimos en nosotros, por eso la anunciamos- "hasta que vuelva"
-hasta que se nos manifieste visiblemente su Espíritu y de esa forma regrese a
cada uno de nosotros-, para hacer parte de este nuevo pacto, tal como lo hizo Moisés
en el pacto antiguo (Ex 24, 7-8).
Por ser la Copa de la Alianza la Eucaristía
es que cuando Jesús le pide al Padre que aparte de El esa copa antes de la
crucifixión, Dios le hace aparecer y le muestra una copa real, para mostrarle
la Eucaristía en que el mismo se convertirá con su sacrificio. Y por ello,
porque necesita que su Hijo sea Eucaristía, es que no le evita la crucifixión,
le muestra la copa y le envía los ángeles a consolarlo. Jesús acepta su crucifixión
porque sabe que ese sacrificio se convertirá en Eucaristía para alimentar y
salvar al mundo entero, Juan 17, 1-11.
Por ello Pablo dijo: "la
copa que bendecimos es comunión con la sangre de Cristo, el pan que partimos es
comunión con el cuerpo de Cristo", 1Cor 10, 16. Porque es la Eucaristía,
junto con la predicación apostólica (hace 2000 años Jesús dijo a su única Iglesia:
"el que a ustedes escucha a mi me escucha, el que a ustedes recibe a mi me
recibe, el que a ustedes rechaza a mi me rechaza y rechaza al Padre que me
envió", lc 10, 13-16), las que nos llevan a ser uno con Cristo vivo y
resucitado, y nos llevan a vivir esta experiencia de la manifestación visible
del Espíritu que es quien nos hace uno con Cristo y nos aplica la muerte de Jesús
en la cruz, por la que con El morimos como en la cruz a nuestra voluntad
humana, y resucitamos a una vida nueva, a ser seres nuevos en presencia de Cristo
resucitado que nos guía directamente, para que Jesús pueda llegar a los demás a
través de nosotros.
Por ello dijo el Papa en la reciente
JMJ que "solo se puede seguir a Jesús en la Iglesia".
Sin esta experiencia previa en la
Iglesia que nos lleva a la manifestación visible del Espíritu nuestra predicación
no es eficaz para salvar a otros, ni podemos ser salvados por ella, pues la fe
viene por la predicación que aceptamos y creemos cuando quien nos predica ha vivido
antes esta experiencia ("Padre, te pido no solo por estos (los Doce) sino
por los que por su palabra creerán en mi, para que sean uno como tu y yo somos
uno", Jn 17, 20).
Solo por la Eucaristía y la
predicación llegamos a experimentar la salvación en nosotros. Si no comemos su
cuerpo y bebemos su sangre, la muerte de Jesús en el Gólgota sería para
nosotros en vano pues nunca la experimentaremos realmente.
Por ello, decir que ya fuimos
lavados y nuestros pecados perdonados porque Cristo murió y derramó su sangre
en la cruz es una verdad incompleta pues ya está disponible para que la
recibamos, pero si no hemos vivido después de seguirlo en su única Iglesia la
manifestación visible del Espíritu Santo que es el que nos la trae, no hemos
sido lavados. No en vano el Espíritu es llamado el agua viva, porque en verdad nos
lava nuestros pecados, porque contiene la preciosa sangre de Jesús. "La Gracia"
no es una idea o un sentimiento, es la presencia real de Dios en nosotros
después de llegarnos de forma visible como en Pentecostés. Es una presencia
real y manifestada, no algo etéreo o irreal o imaginario. Por ello dice Pablo
que "por gracia sois salvos", y el recibir esa gracia es la fe
verdadera, plena, y a ella solo podemos llegar por seguir a Cristo en su Iglesia
única.
Con el cristianismo pasa lo mismo
que con la penicilina, que ya fue inventada y está disponible desde hace 200
años atrás, pero si nos da una infección y no nos aplicamos las inyecciones
recetadas por el médico, pues nos morimos.
El cristianismo fue inventado
hace 2000 años pero si no seguimos a Jesús en su única Iglesia, la misma que el
formó, nunca recibiremos la inyección del Espíritu Santo que nos salva de la
muerte y nos lava nuestros pecados. La Iglesia es el único médico en la que nos
puede ser aplicada esa inyección.