ANALIZA DIFERENTES TEMAS GENERALMENTE POLÉMICOS DE NUESTRA FE CRISTIANA
PARA MOSTRAR SI TIENEN o NO SUSTENTO BÍBLICO.

"La pregunta principal que nos planteamos hoy es ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones de nuestros contemporáneos, a menudo cerrados, y en sus mentes, a veces distraídas por tantos destellos de la sociedad?"... ..."La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Dios ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar de Dios es, por lo tanto, la escucha de lo que ha dicho el mismo Dios."
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AAA ¿Qué es el infierno? ¿es un lugar de tormento o un estado interior de quienes han rechazado a Dios? "Allí será el llanto y el rechinar de dientes", Lc 13, 28


Siempre hemos tenido la idea de que el infierno es un lugar tenebroso debajo de la Tierra porque muchos pasajes bíblicos lo pintan o muestran de esa manera. Esa era la idea predominante en esos tiempos porque al que moría lo enterraban bajo Tierra y Dios venía del Cielo, de las alturas. De allí los términos "sheol" o "seol" para designar la morada de los muertos y "Cielo" para designar la morada de Dios. 
Pero la revelación no es estática, es progresiva en el tiempo como lo dice Juan Pablo II en la Audiencia del 28 de julio de 1.999. Por ello desde un tiempo para acá la Iglesia ha hecho aclaraciones fundamentales sobre esos "lugares" (Cielo, infierno y purgatorio) precisando en que consisten. 

Por considerar que es extremadamente clara e iluminadora ésta Catequesis de San Juan Pablo II sobre el tema de qué es el infierno, sólo anotaremos ahora que todos los textos patrísticos y eclesiales -no sólo los bíblicos- que hablan del infierno, sin excepción, deben interpretarse de acuerdo con ésta definición porque lo que el Magisterio oficial de la Iglesia define para aclarar algunos de los postulados o dogmas de su fe también comienza a hacer parte del Magisterio y del dogma respectivo y se caería en graves errores si no lo tenemos en cuenta. 

Lo digo porque no se puede citar por ejemplo en el tema de la Asunción o de la Encarnación -o de cualquier otro que haga parte de la Fe Católica- el Magisterio de siglos o concilios pasados, ni la misma Escritura que hace parte de él, sin contar con las últimas precisiones de la Iglesia sobre ese tema respectivo si las hubiere. Si lo hacemos caemos en el anacronismo y en el "sectarismo", en sólo tener en cuenta documentos antiguos y ciertos "sectores" del Magisterio, dejando otros de lado, siendo que las verdades de fe mantienen una estrecha unidad entre si y se deben interpretar en su conjunto.
Eso sería caer en los errores que los hermanos separados cometen con la Biblia, que sacan conclusiones o hacen teología usando sólo textos aislados sin tener en cuenta la unidad que ella tiene.

Sólo haremos algunas explicaciones después de cada párrafo, cuando consideremos que hubiere lugar a ellas, con el ánimo de llegar a un mejor entendimiento del mismo. Y pondremos cuando haga falta las citas bíblicas que respalden cada una de las afirmaciones del Santo para evitar la infundada acusación de que no tienen sustento bíblico. Espero lo disfruten. 


JUAN PABLO II
AUDIENCIA
Miércoles 28 de julio de 1999

   
"El infierno como rechazo definitivo de Dios":

Juan Pablo II: "1.Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él. Precisamente ésta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno.

JGO: Como podemos ver, el texto dice claramente que el Infierno o la condenación es el rechazo voluntario y definitivo de Dios que nos priva de la comunión gozosa con Él -la que tenían Adán y Eva antes de la caída, Gn 3-. Eso significa, como hecho contundente, que debemos dejar de considerar  el infierno como un lugar físico que ocupa un espacio debajo de la Tierra o en cualquier otra parte del mundo como nos lo pinta la literatura y el arte desde la antiguedad, Ap 20, 14; 21, 8. El infierno es la ausencia de Dios en nosotros al rechazarlo voluntariamente. Es un estado interior, no un lugar.

Juan Pablo II : "No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida. La misma dimensión de infelicidad que conlleva esta oscura condición puede intuirse, en cierto modo, a la luz de algunas experiencias nuestras terribles, que convierten la vida, como se suele decir, en «un infierno»."

JGO: Éste párrafo es importante porque define muchas cosas que normalmente hemos entendido erradamente. Si dijo antes Juan Pablo II que el infierno es un estado interior y no un lugar, su lógica consecuencia es que no sea "un castigo de Dios infligido desde el exterior" como normalmente hemos creído

Ello significa, sin lugar a dudas, interpretaciones personales o discusiones estériles, que en el infierno no existe un tormento que provenga de alguien más -menos de Dios-, del exterior, infligido al condenado con un medio físico (un fuego como el nuestro, un objeto corto punzante o contundente, etc.) para que sienta físicamente un dolor en su piel o en su cuerpo. 

Hago énfasis en éste punto porque muchos citan textos donde la Iglesia en el pasado ha hablado, usando el mismo lenguaje simbólico que usa la Biblia, de "la pena de sentido" como un tormento físico causado por un fuego exterior, para decir que si existe tal castigo exterior. Si no es un lugar ni en el infierno en general hay un castigo infligido desde el exterior no puede interpretarse la pena de sentido como un tormento físico -ya ampliaremos mas adelante éste tema-.


Algunos -como Jose Miguel Arráiz- dicen que en éste texto Juan Pablo II sólo habla de "la pena de daño", que consiste en las consecuencias interiores del rechazo de Dios. Ese argumento no es válido porque el tema que desarrolla Juan Pablo II en ésta Catequesis no es el análisis en particular de las penas que en el infierno se sufren, sino del infierno en general. Al decir él que no hay tormento infligido desde el exterior en el infierno en general -y que no es un lugar- no puede ser la pena de sentido -que es inherente al infierno- algo físico causado por un agente externo porque precisamente eso es lo que niega. 


Nunca hemos dicho que el infierno o la pena de sentido no existan como nos han tergiversado para tener de qué acusarnos. Decimos que es interior igual que la pena de daño, pero la de sentido es dada en relación y proporción a los pecados cometidos -si robamos la pena será en el mismo "sentido" de ese pecado y por eso es finita, acaba, porque los actos humanos son finitos-, y la de daño es en relación al rechazo o ausencia de Dios -que al ser eterno sus consecuencias también lo son-. 

La diferencia entre una y otra pena radica mas en que una es en relación a Dios y otra al pecado, que en ser una interior y otra exterior, una espiritual y otra en relación al cuerpo físico como lo interpretan muchos fieles. Ambas son, pueden y deben ser interiores por las razones ya dadas.

Juan Pablo II en la siguiente frase de su Catequesis dice que el estado interior del infierno en cada persona es producto "del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida", lo que quiere decir que lo que vivimos en el mas allá es una consecuencia de las decisiones interiores y actos que para rechazar a Dios tomamos desde acá. Ello demuestra que somos nosotros mismos los que nos creamos y decidimos nuestra propia condenación. 


Pero aún va mas allá el significado de esa frase porque si dice que el infierno -y los sufrimientos que trae como consecuencia- es un estado que ya se vive desde la Tierra, ello permite deducir que los sufrimientos por esos pecados ya incluyen el comenzar a sufrir laa pena de sentido desde acá. Y siendo interior acá -nadie nos está torturando desde el exterior- no tiene por qué volverse un castigo físico en el mas allá.
Es necesario enfatizar que el infierno es UN ESTADO INTERIOR, es la ausencia de Dios en nosotros. Por ello al rechazarlo nuestro corazón cae en el infierno con los sufrimientos que ello conlleva. Por ello no es castigo de Dios el que lo padezcamos.

También sería bueno hacernos las siguiente reflexión: Ya sabemos que después del fallecimiento sin Cristo de cualquier persona el cuerpo sigue en la tumba y el espíritu o alma que es eterna sigue viviendo condenado en el mas allá. 

Sabemos también que la resurrección de los cuerpos sólo sucederá antes del fin del mundo cuando ocurra la segunda venida de Jesucristo, CIC 990; Ap 20, 12. 
Ello significa que los que murieron y se condenaron hace decenas de siglos nunca han tenido un cuerpo físico en el mas allá. Y si nunca lo han tenido no pueden sentir dolor físico. 
Si decimos que la "pena de sentido" es un dolor o sufrimiento físico infligido desde el exterior ello equivale a decir que los condenados que llevan siglos en el infierno nunca la han padecido, lo que es totalmente contrario a la revelación.Ello si equivaldría a negar que existe el infierno. 
También se podría argumentar que aún en un cuerpo espiritual pueden sentir dolor físico los condenados, pero volvemos a la negación que hace JPII de que sea un castigo infligido desde el exterior y que no es un lugar, y eso descarta esa posibilidad. 

Sigamos ahora con lo que dice nuestro venerado Juan Pablo:

Juan Pablo II: Con todo, en sentido teológico, el infierno es algo muy diferente: es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida.


JGO: Aquí sólo anotaremos que no se puede creer que por no ser el infierno un lugar y no haber castigo físico infligido desde el exterior eso signifique que el infierno no exista o no sea terrible, y que podamos pecar alegremente porque no tendremos ninguna consecuencia. No es así. Sin ser un lugar por ser un estado interior eso no lo hace irreal, que no exista, y si es terrible y es eterno. Mas bien significa que no es un castigo de Dios por ser elegido libremente por el hombre y ser una consecuencia directa del pecado, pero eso es algo completamente diferente.


Juan Pablo II: "2. Para describir esta realidad, la sagrada Escritura utiliza un lenguaje simbólico, que se precisará progresivamente. En el Antiguo Testamento, la condición de los muertos no estaba aún plenamente iluminada por la Revelación. En efecto, por lo general, se pensaba que los muertos se reunían en el sheol, un lugar de tinieblas (cf. Ez 28, 8; 31, 14; Jb 10, 21 ss; 38, 17; Sal 30, 10; 88, 7. 13), una fosa de la que no se puede salir (cf. Jb 7, 9), un lugar en el que no es posible dar gloria a Dios (cf. Is38, 18; Sal 6, 6)."

JGO: Nótese que dice que el lenguaje de la Biblia es simbólico, y lo que es mas importante, dice que la Iglesia lo precisará progresivamente, que es lo que JPII está haciendo con éste documento. Ello ratifica lo que dijimos al iniciod e éste artículo, que todo el Magisterio anterior y posterior debe interpretarse de acuerdo con estas definiciones porque aclaran e iluminan toda la doctrina existente hasta ahora sobre el tema.

Y dice también que los relatos bíblicos del AT no explican aún en su debida realidad la situación de los muertos. Esto es importante tenerlo en cuenta porque algunos dicen que al interpretar el AT como un lenguaje simbólico y no literal estamos cometiendo el mismo error de Marción de afirmar que el Dios del AT es diferente del Dios del NT. 
Lo uno no tiene nada que ver con lo otro. Una cosa es que se deba interpretar el AT en relación a Jesús y la Nueva Alianza porque en él están anunciados como lo dijo Él mismo Jesús en Lc 24, 44, y otra muy diferente es que se considere que son dos dioses diferentes, y que el del AT es sólo justiciero y el del NT es sólo misericordioso. 
Simplemente al ser dos Alianzas diferentes, y siendo la Nueva la perfección o plenitud de la primera, es obvio que Dios en el NT tenga un comportamiento diferente al del AT porque en cada una ejecuta una Ley diferente.  

Por ello dice JPII que "El Nuevo Testamento proyecta nueva luz sobre la condición de los muertos, sobre todo anunciando que Cristo, con su resurrección, ha vencido la muerte y ha extendido su poder liberador también en el reino de los muertos."

Sencillamente en la Nueva Alianza -y el NT- hay una realidad capital y fundamental que no existía en el AT y por ello los actos de Dios necesariamente son diferentes. Debemos interpretar todas las realidades narradas o anunciadas en la Escritura de acuerdo a esa nueva situación que ilumina toda la historia de la salvación.

Si hoy cambiamos la legislación del país y por ejemplo se exonera de castigo a los que cometen el delito de robo, no es adecuado pensar que las autoridades encargadas de hacer cumplir la Ley actúen de acuerdo con la legislación anterior. Eso sería absurdo. De la misma manera no podemos pedir que Dios actúe de forma igual en el NT siendo que la legislación ha cambiado. Con eso nos e está diciendo que ahora Dios es un "gocetas" y un "bonachón" y que antes era un déspota justiciero. Eso no es correcto decirlo. Simplemente se está reconociendo la realidad de que desde la muerte en la Cruz de su Hijo Dios decidió perdonar nuestros pecados permitiendo que su Hijo asumiera en su cuerpo el castigo que merecíamos nosotros recibir y por ello los actos de Dios deben ser y son en consecuencia con ello.

Juan Pablo II: "Sin embargo, la redención sigue siendo un ofrecimiento de salvación que corresponde al hombre acoger con libertad. Por eso, cada uno será juzgado «de acuerdo con sus obras» (Ap 20, 13). 

JGO: "Según sus obras" significa que al que lo sigue le concede la salvación pero deja libre a quien decide no seguirlo y esa persona la rechaza autónomamente. Como ya vimos, el infierno no es creación de Dios sino del hombre por ser la ausencia de Dios en nosotros.


Juan Pablo II: "Recurriendo a imágenes, el Nuevo Testamento presenta el lugar destinado a los obradores de iniquidad como un horno ardiente, donde «será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 13, 42; cf. 25, 30. 41) o como la gehenna de «fuego que no se apaga» (Mc 9, 43). Todo ello es expresado, con forma de narración, en la parábola del rico epulón, en la que se precisa que el infierno es el lugar de pena definitiva, sin posibilidad de retorno o de mitigación del dolor (cf. Lc 16, 19-31)."
"También el Apocalipsis representa plásticamente en un «lago de fuego» a los que no se hallan inscritos en el libro de la vida, yendo así al encuentro de una «segunda muerte» (Ap 20, 13ss). Por consiguiente, quienes se obstinan en no abrirse al Evangelio, se predisponen a «una ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Ts 1, 9)."


JGO: Más claro no puede ser el texto diciendo que los escritos que hablan del infierno como un lugar lleno de fuego son "imágenes" usadas para describir otras realidades, que es lo que dice el Papa a continuación:

Juan Pablo II: "3. Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno ->deben interpretarse correctamente<- .="" b="" nbsp="">Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios."

Como vemos, dice claramente que cuando la Escritura -y los documentos eclesiales pasados y presentes en consonancia con ella- hablan del infierno como un lugar nos e deben interpretar literalmente porque al leerlas se debe entender solamente que es la ausencia de Dios en nosotros. O lo que es lo mismo, un estado interior donde Dios no está presente en nosotros porque lo hemos rechazado libremente. Las palabras no permiten inferir que es lugar y estado al mismo tiempo.


Lo que continúa diciendo taxativamente: 

Juan Pablo II: "El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría.

Algunos tratando de encontrar desesperadamente un apoyo en el que sustentar la tesis de que es estado y lugar al mismo tiempo que es la única tabla de salvación de la tesis de que Dios castiga con el infierno -si no existe el infierno como lugar no es posible que haya castigo exterior-, han dicho que la expresión "mas que un lugar, indica la situación en la que se encuentra quien libremente se separa de Dios..." significa que no descarta que sea un lugar sino que es ambas cosas al mismo tiempo. Decir eso es absurdo porque en la frase anterior ya lo había definido sólo como un estado, lo que está confirmando en ésta. La frase "mas que un lugar" seguida de que es una situación interior de la persona significa eso, que no es lo que se pensaba, un lugar, sino un estado, como lo ha dicho antes.


Ese significado es ratificado con la siguiente frase que contiene la definición exacta del infierno del Catecismo: 

Juan Pablo II: "Así resume los datos de la fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia Católica: «Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este ESTADO de AUTOEXCLUSIÓN definitiva DE LA COMUNIÓN con Dios y con los bienaventurados ES LO QUE SE DESIGNA CON LA PALABRA INFIERNO» (n. 1033).


JGO: Más clara no puede ser esa definición. El infierno no es un lugar sino que es no estar unidos en nuestro corazón a Dios, no tener la unión o comunión interior con El. Por ello el Cielo es el estado opuesto, que Dios viva en nosotros: "No soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mi", Gal 2, 20. El infierno es no experimentar lo que dijo Jesús: "«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y HABITAREMOS en él.", Jn 14, 23. Quien rechaza a Dios voluntariamente queda vacío de El y por ello se ha creado y cae en su propio infierno interior -no en un lugar- al estar separado de El, lo que conlleva una serie de sufrimientos interiores de los que ya hemos hablado, la pena de daño -por el rechazo del bien infinito que es Dios- y la pena de sentido -por cada pecado cometido, en el mismo sentido del pecado en que caímos libremente-. Quien rechaza a  


Y mas claro no puede ser nuestro amado San Juan Pablo II en ésta frase: 
"Por eso, la «condenación» NO SE HA DE ATRIBUIR A LA INICIATIVA DE DIOS, dado que en su amor misericordioso él no puede querer sino la salvación de los seres que ha creado. En realidad, es la criatura la que se cierra a su amor. La «condenación» consiste precisamente en que el hombre se aleja definitivamente de Dios, por elección libre y confirmada con la muerte, que sella para siempre esa opción. La sentencia de Dios ratifica ese estado.

O sea que el Juicio de Dios de que habla la Escritura sólo será una formalidad para ratificar ese estado interior que hemos escogido libremente de rechazar a Dios, y no algo dado por Dios ese día. Por ello dijo Jesús que quien lo recibía no era juzgado y que quien lo rechazaba YA ESTABA JUZGADO pues había elegido libremente que Dios no habitara en El, Jn 3, 18. 




Juan Pablo II: 4. La fe cristiana enseña que, en el riesgo del «sí» y del «no» que caracteriza la libertad de las criaturas, alguien ha dicho ya «no». Se trata de las criaturas espirituales que se rebelaron contra el amor de Dios y a las que se llama demonios (cf. concilio IV de Letrán: DS 800-801). Para nosotros los seres humanos esa historia resuena como una advertencia: nos exhorta continuamente a evitar la tragedia en la que desemboca el pecado y a vivir nuestra vida según el modelo de Jesús, que siempre dijo «sí» a Dios."

Como vemos, el que el infierno no sea algo creado por Dios ni un castigo que provenga de El no significa que no exista y que no tenga unas consecuencias terribles para nosotros pues sufriremos eternamente al rechazarlo libre y voluntariamente durante nuestra vida. Y escapamos de ello viviendo según el modelo de Jesús, uniéndonos a El como experiencia real, llegando a ser iguales a El, Gal 4, 19; Rom 8, 29; como ya dijimos antes. 
Juan Pablo II: La condenación sigue siendo una posibilidad real, pero no nos es dado conocer, sin especial revelación divina, cuáles seres humanos han quedado implicados efectivamente en ella. El pensamiento del infierno -y mucho menos la utilización IMPROPIA de las imágenes bíblicas (que hacen algunos católicos y los hermanos separados) no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar «Abbá, Padre» (Rm 8, 15; Ga 4, 6). Esta perspectiva, llena de esperanza, prevalece en el anuncio cristiano. Se refleja eficazmente en la tradición litúrgica de la Iglesia, como lo atestiguan, por ejemplo, las palabras del Canon Romano: «Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa (...), líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos».

Como podemos ver, lo que debe prevalecer en el mensaje cristano es la esperanza de que Cristo ha vencido a satanás y por ello debemos confiar en Él y acercarnos sin prevenciones ni angustias a la fe, no por temor sino por que en El se ha manifestado el amor que Dios nos tiene: "porque tanto amó Dios al mundo que le ha dado su Hijo unigénito para que todo el que en El crea no se pierda, mas tenga vida eterna", Jn 3, 15. 


Para complementar éste texto lee el artículo "Carta del mas allá"..