ANALIZA DIFERENTES TEMAS GENERALMENTE POLÉMICOS DE NUESTRA FE CRISTIANA
PARA MOSTRAR SI TIENEN o NO SUSTENTO BÍBLICO.

"La pregunta principal que nos planteamos hoy es ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones de nuestros contemporáneos, a menudo cerrados, y en sus mentes, a veces distraídas por tantos destellos de la sociedad?"... ..."La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Dios ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar de Dios es, por lo tanto, la escucha de lo que ha dicho el mismo Dios."
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

¿Cómo sucede en realidad la guía del Espíritu Santo? "El Espíritu bajó en forma de paloma y se posó sobre Él", Pntecostés, Don de lenguas. "Vieron unas lenguas de fuego que se posaron sobre ellos" "Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios"


En medios cristianos de todas las denominaciones hay quizás muchas imprecisiones o muy poca claridad con respecto a la acción del Espíritu Santo en nosotros los fieles. Una muestra de ello es que no hay nadie que se precie de ser cristiano, especialmente entre los hermanos separados, que no crea sinceramente, o diga ostentosamente porque asume que es verdad, que todo lo que habla respecto de la fe viene del Espíritu Santo.
Es esa realidad palpable claramente todos los días lo que hace necesario el analizar de acuerdo a la Revelación en qué consiste en verdad la guía del Espíritu y como nos es manifestada.

La manifestación visible del Espíritu:
Jesús recibió en su Bautismo de forma visible el Espíritu Santo (Lc 3, 21-22). Y los evangelios dicen que enseguida, guiado por el Espíritu fue llevado al desierto para ser tentado (4, 1). Ya eso muestra desde los inicios una guía expresa y directa, no velada, la que se narra en todos los Evangelios.

Nótese que solo después de recibir el Espíritu visiblemente es que Jesús comienza a realizar signos que dejan ver que es el Mesías, como la revelación que hace a Natanael de que no hay engaño en él porque lo ha visto antes de que lo llamara Felipe, narrada en Jn 1, 48, que es una muestra del poder de ver las cosas ocultas a los demás; la sabiduría con la que contesta las tentaciones del demonio (4, 1ss); las bodas de Caná con la conversión del agua en vino (Jn 2, 1-12); los signos realizados en Jerusalén y otras ciudades como las curaciones de todo tipo de enfermedades (5,15), la resurrección de los muertos (Lc 7, 11-16), etc.

Los Apóstoles recibieron el Espíritu de la misma manera en Pentecostés. Y solo después de esa experiencia real, en su historia de vida, es que narra el Nuevo Testamento las experiencias de iluminación y guía directa del Espíritu Santo a ellos.

Esta manifestación visible del Espíritu es lo que Juan y Jesús llaman "el bautismo en Espíritu" (Mt 3, 11; Hch 1, 5), el que es un episodio diferente al Rito del Bautismo del que habla Pedro en Hch 2, 38, que se recibe a nuestra llegada a la Iglesia. El Rito del Bautismo nos concede el Espíritu veladamente y nos lleva a que un dia, cuando ya estemos suficientemente purificados por nuestro seguimiento en la Iglesia, recibamos el Bautismo en Espíritu con su manifestación a nosotros. Nuestros hermanos separados asumen que en el Rito se recibe de una vez su manifestación, el Bautismo en Espíritu, y no es así, pues los Apóstoles recibieron este en Pentecostés, tres años después de haber recibido el Rito del Bautismo. El Rito es la entrada a la vida de la Iglesia, el Bautismo en Espíritu es su plenitud y se recibe posteriormente.

Sin vivir antes la manifestación visible no hay guía del Espíritu:
En el caso de los Apóstoles, después de la elección que Jesús les hiciera, y hasta la llegada de Pentecostés, no hay un solo texto que muestre una guía directa o expresa del Espíritu Santo a los Doce.
Por ello eran erráticos o muchas veces se oponían abiertamente a la voluntad del Señor (Mc 8, 33), y no entendían mucho de las cosas que decía Jesús por lo que El debía corregirles muy seguido (Jn 14,9), obviamente porque aun no estaban siendo iluminados por el Espíritu Santo, aunque hubo algunas manifestaciones en que Jesús les concede unos dones específicos que provienen de El antes de Pentecostés, como el de perdonar pecados (Jn 20, 23) o concederles el abrir sus mentes para que entendieran de que forma Jesús había sido anunciado y revelado en el Antiguo Testamento (Lc 24, 44-45).

Ello significa que sin vivir antes la experiencia de la manifestación visible y real del Espíritu Santo como lo vivieron Jesús en su Bautismo y los Apóstoles en Pentecostés, no podemos decir que hemos recibido el Espíritu o que El nos guía. Decirlo sin antes vivirla es contrario a la Revelación. 
Por ello dijo Pablo a los miembros de su Iglesia: "Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece". (Rom 8,9).

Nadie recibe el Espíritu por solo leer la Biblia fuera de la Iglesia
Y por otra parte, no hay un solo episodio o versículo en el Nuevo Testamento en que se narre que alguien recibe el Espíritu Santo por leer los Evangelios o por leer el resto del Nuevo Testamento, o por leer la Biblia en general. Eso no existe en las Escrituras. Además porque en la época del Bautismo de Jesús y de Pentecostés no existían los Evangelios ni las Cartas del Nuevo Testamento escritas. A todos les llegó inicialmente por la persona de Jesús que es la Palabra viva (Jn 1, 14) que antes lo había recibido en su Bautismo, y por los Apóstoles miembros de la Iglesia que lo habían recibido antes en Pentecostés, Pedro, Felipe, Juan, Mateo, Matías, etc. (Hch 8, 15-17; 10, 54; 19, 6; etc.).  Pablo lo recibió en Damasco de manos de Ananías quien ya era un miembro de la Iglesia enviado por Jesús a imponérselas (Hch 9, 7). 

Eso demuestra que solo la Iglesia que lo recibió, las personas que conforman la Iglesia que antes lo han recibido, pueden transmitir el Espíritu porque nadie puede dar lo que antes no ha recibido. Y lo transmite solo a quienes se hicieron y hacen miembros de esa misma Iglesia para seguir a Cristo en Ella porque para recibir el Espíritu hay que estar escuchando la predicación de quienes antes lo han recibido (Jn 17, 20-23; Mc 16, 15-16; Lc 10, 13-16) y comer el Cuerpo y la Sangre de Cristo (1 Cor 11, 23; Jn 6, 54; Mt 26, 26).
Eso demuestra claramente que el Espíritu solo lo envía el Señor a quienes son miembros de su única Iglesia, la que El en persona formó hace dos mil años, porque fuera de ella nadie lo puede transmitir si nadie lo ha recibido nunca.


Los signos: 

Y solo desde Pentecostés es que los Apóstoles comienzan a realizar los mismos signos que realizaba Jesús como las expulsiones de demonios y las curaciones de enfermos (Hch 3, 6-9; 5, 15; 8, 7), la resurrección de muertos (Hch 9, 40), el conocer las intenciones ocultas del corazón (Hch 5, 1-10), etc. 
Por ello dijo Pablo: "en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios, tanto que desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo", (Rom 15, 19).

Pero ello no quiere decir que alguien puede hacer algunas de estas señales sin antes haber vivido la experiencia real de recibirlo, ni estando fuera de la Iglesia como ya vimos. Quien así lo hace simula estos signos, aparenta que los realiza pero son falsos. Incluso porque esos milagros físicos que hicieron Jesús y los Apóstoles se realizan de otra forma hoy, en su significado espiritual, para llevarnos a la fe (2Ped 1, 3-9).  

Otras formas en que se llama en la Biblia el recibir el Espíritu Santo:
En Hch 4, 8 se narra que Pedro habló a los jefes y ancianos del pueblo estando "lleno del Espíritu Santo". Esta expresión es usada en otros pasajes para mostrar que se ha vivido la recepción del Espíritu Santo de la misma forma como los Apóstoles lo recibieron en Pentecostés y que por ello El habla en adelante a través de quien lo ha recibido.

Así lo dice de Pablo en Damasco al recibir la imposición de manos de Ananías (Hch 9, 17). Lo dice con alguna variante en la frase el Angel a María, "llena de gracia" (Lc 1, 35). Lo dice de Isabel al recibir el saludo de María en su casa (Lc 1, 41). Lo dice de Esteban en Hch 7, 55. En todos los casos se debe entender que esas personas han vivido una experiencia semejante y con los mismos resultados y efectos de la de Pentecostés para los demás Apóstoles.


En que consiste según la Biblia la guía real del Espíritu:

Jesús dice a sus discípulos poco antes de irse a los cielos: 
"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra." (Hch 1,8).
Ello quiere decir que solo viviendo la experiencia real de recibir el Espíritu de Dios como en Pentecostés podemos ser testigos de Cristo y hablar como el mismo Cristo, no antes. En eos consiste el don de lenguas, en hablar la lengua de Cristo, no en hablar según nuestros razonamientos humanos. 
También dijo Pablo a los Corintios que vivir la experiencia de recibir el Espíritu es imprescindible para entender y captar las cosas de Dios: 

"El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre de Espíritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle. Porque ¿quién conoció la mente del Señor para instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo", 1Cor 2, 9-16.
Tener "la mente de Cristo" es vivir su manifestación visible y escuchar y dejarse guiar por el mismo Espíritu que daba discernimiento y guiaba a Cristo (Mc 1, 12-15), el que también lo hacía con los Apóstoles desde Pentecostés.  Fue el Espíritu el que permitió a Pedro conocer las intenciones de Ananías al esconder el verdadero precio del campo que había vendido para quedarse con parte del dinero de su venta (Hch 5, 3), lo mismo que había hecho Jesús al ver a Natanael (Jn 1, 47) y con los fariseos cuando querían probarle. 
La guía del Espíritu es concreta y directa, claramente perceptible por órdenes y palabras precisas, como lo muestra el pasaje del encuentro con el eunuco: "El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y ponte junto a ese carro.», (Hch 8, 29).
En ningún momento se puede confundir la iluminación del Espíritu con los mismos pensamientos naturales de la persona cuando se lee la Biblia -el Espíritu no sale de la Biblia- porque son claramente diferenciables, como ya vimos que dijo Pablo que el hombre natural, con sus pensamientos naturales, no puede captar las cosas de Dios, y que citamos en los renglones anteriores.