ANALIZA DIFERENTES TEMAS GENERALMENTE POLÉMICOS DE NUESTRA FE CRISTIANA
PARA MOSTRAR SI TIENEN o NO SUSTENTO BÍBLICO.

"La pregunta principal que nos planteamos hoy es ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones de nuestros contemporáneos, a menudo cerrados, y en sus mentes, a veces distraídas por tantos destellos de la sociedad?"... ..."La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Dios ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar de Dios es, por lo tanto, la escucha de lo que ha dicho el mismo Dios."
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AAA El argumento del Estado Laico es sin razón usado para disfrazar un anticlericalismo radical. Estado vs. Iglesia. "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", Lc 20:25, Mc 12:17


Siempre que en algún país del mundo hay un evento en el que se destacan los valores de una persona o entidad católica, en cuya exaltación deben participar autoridades de gobierno de cualquier orden, municipal, regional o nacional, surgen las voces de algunos sectores o personas de ideología o de costumbres contrarias al pensamiento de la Iglesia, aduciendo que las autoridades de ningún Estado o ciudad deben participar en esos actos porque la Constitución y la Ley los consagran como Estados Laicos no confesionales, lo que según ellos se estaría violando al hacerlo.

Lo digo específicamente por una petición pública de  no asistencia hecha por un ciudadano ante el anuncio del Presidente Santos de Colombia de estar presente en la ceremonia de canonización de una colombiana, la Madre Laura Montoya, pero también se puede aplicar a los que protestan cuando la Iglesia organiza eventos de asistencia masiva cuya seguridad por mandato constitucional deben garantizar los Alcaldes de las ciudades comprometidas -como la Misa por las Familias o la Jornada Mundial de la Juventud o las visitas Papales- para lo cual deben aportar recursos humanos, logísticos o económicos; o cuando una calle o una plaza o una ciudad tiene el nombre de un santo; o cuando hay festividades consagradas por la Ley de cada país dedicadas a un santo o una fiesta Católica; o cuando se discute alguna Ley y los dirigentes de la Iglesia dan públicamente su opinión al respecto. Y seguramente se podría aplicar este análisis a muchos otros casos y situaciones presentadas con este mismo telón de fondo.

Tienen razón esos críticos en que ya hay muy pocos países en el mundo que sean confesionalmente católicos, incluso ha sido la misma Iglesia la que ha propiciado y defendido la libertad de culto de todos los pueblos, algo expresamente consagrado  en sus documentos oficiales:
“Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos.”, Declaración Dignitatis Humanae. CV II, art. 2.

Entonces no es cierto que la Iglesia pretenda que los estados limiten la libertad religiosa de los no católicos para imponer solo su Credo, pues eso ya vemos que no está ni en los principios católicos ni en la forma de actuar de la Iglesia que siempre ha sido respetuosa de esa libertad que ella misma proclama y defiende.
El problema radica en  que quienes levantan esas voces de protesta, aunque muchas veces lo puedan hacer de buena fe -no siempre-, están usando el falso argumento de la laicidad del Estado para disfrazar su anticatolicismo o anticlericalismo radical.

Me explico. Por el hecho de que el Presidente o alguna otra autoridad civil de un país propicie o participe en un acto que destaque los valores católicos de una persona o institución, no significa de ninguna manera que por ello el Estado esté perdiendo su calidad de Estado Laico o aconfesional para declararse católico. Simplemente está haciendo uso de su obligación constitucional de gobernar para todos sus ciudadanos, en forma independiente de su credo o actividad, y entre esos deberes está el de destacar a aquellos ciudadanos de su país o región o ciudad que por sus valores y actividades adquieren una relevancia pública notable.
Por el hecho de que por ejemplo la Presidenta de Argentina condecore a Lionel Messi por sus triunfos  internacionales al frente del Barcelona español, o que el Presidente Santos condecore a Falcao por sus actuaciones en Europa, no significa que con esos actos ellos se hagan hinchas de sus equipos o se estén adhiriendo a la personal creencia religiosa de los futbolistas, ni que el Estado argentino o el colombiano hayan dejado de ser imparciales con respecto a los otros equipos de fútbol o a los demás credos presentes en sus países. Simplemente los destacan por sus actuaciones en calidad de argentino o colombiano respectivamente, no por su credo ni por el color de su camiseta. No se debe confundir la gimnasia con la magnesia. Es falso que se viola el principio de un Estado Laico por realizar o propiciar o participar de esos actos pues igual se hacen –y deben hacerse siempre que sea oportuno- con personas destacadas de otras confesiones o creencias.

Es el mismo caso cuando las críticas van destinadas a los recursos humanos, logísticos o los fondos del presupuesto –efectivos de seguridad y tránsito, señales de tráfico y desvío, cierre de vías, publicidad para informar de estos, etc.-. que cada país o ciudad sede de un evento de afluencia masiva de la Iglesia debe destinar a garantizar la seguridad de los asistentes. Se dice que esos ítems o gastos debe asumirlos la Iglesia directamente. Paradójicamente, ese mismo argumento no se esgrime por ejemplo cuando los mismos recursos, y con muchísima mayor frecuencia que resulta ser escandalosa, son destinados a garantizar la seguridad en eventos masivos organizados por particulares como conciertos de artistas o partidos de fútbol, los que son realizados con fines de lucro de particulares, lo que por si solo sería una razón mas que válida para que asuman directamente esas responsabilidades.

Pero no las asumen por una sola razón: porque los estados no pueden delegar en particulares su obligación constitucional de garantizar la seguridad y las demás condiciones necesarias para el libre desarrollo de sus habitantes. El hecho de que algunos en la sociedad no consideren importante las actividades que desarrollan algunos otros no quiere decir que no se deben realizar. A mi personalmente no me gusta asistir al estadio aunque amo el fútbol, pero eso no quiere decir que por eso debo pedir que se acaben esos espectáculos o que el Estado no destaque los valores humanos que surjan en ese grupo.

Pero otro aspecto que también dejan de lado los que así opinan es que de plano  pretenden desconocer la opinión de muchos ciudadanos que viven y desean seguir viviendo en la tradición de los valores católicos, casi bimilenaria ya, gracias a la cual por ejemplo existen muchos festivos católicos o algunas calles tienen nombres de santos católicos, y muchos aspectos de las creencias católicas están reflejados en muchos ámbitos de la vida de una ciudad o región o país, precisamente porque la Religión no es ajena a las diferentes culturas sino todo lo contrario, porque se vive en ella. Por ello en determinados momentos de su historia sus dirigentes quisieron reconocer y expresar al instituirlos la forma de pensar y de sentir de gran parte de su población.

Los estados reflejan y deben reflejar lo que sus ciudadanos piensan y sienten, su cultura, sin perder nunca de vista la dignidad humana que le compete siempre defender, y solo debe rechazar lo que se oponga a ella, que es lo que daña a cada persona y a la  sociedad en general. Porque el mayor bien que puede hacer un gobernante por sus gobernados es permitir que vivan conforme a la voluntad de Dios, ya que esa es la única forma de alcanzar la plenitud cada ser humano, respetando a quienes libremente no deseen acogerse y llegar a ella.

En la práctica, los que pretenden que el Estado no participe en nada que sea católico o no destaque personas o valores católicos, o que los representantes de la Iglesia no opinen sobre algún asunto que se esté discutiendo en la sociedad, están tratando de desconocer una forma de pensar y sentir que están enraizadas en las costumbres y cultura de millones de personas que también son ciudadanos de la misma nación -en muchos países son la mayoría-, y que tienen derecho a expresarlo y vivirlo públicamente, y a ser destacados y auspiciados por sus gobernantes cuando sirvan de ejemplo a la comunidad entera.

En verdad los que en la práctica pretenden desconocer la libertad religiosa de los ciudadanos -incluso el derecho a no tener ninguna que es también una creencia- son los que se pronuncian en contra de que el Estado la garantice a los católicos –y con una excusa falsa de una laicidad del Estado que nadie viola-, pero piden que siempre esté dispuesto a defenderla para ellos, cuando cada Estado tiene el deber constitucional de garantizar la libertad de credo para todos sus gobernados, y no solo para unos cuantos. No se construye una democracia sólida cuando un grupo o corriente de opinión basa su existencia en la negación persistente del derecho de los demás a expresar y vivir la suya públicamente.

Así lo expresa y defiende la misma Iglesia:  “Toda persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana, especialmente en materia moral y religiosa (cf DH 2). Este derecho debe ser reconocido y protegido civilmente dentro de los límites del bien común y del orden público (cf DH 7).”, CIC, 1738.

Los que en los casos mencionados dicen ser defensores de la libertad, paradójicamente son los que usan la libertad que las leyes y la sociedad en general si les respetan, para buscar que  el Estado no garantice la libertad religiosa a  los que no piensan como ellos. Eso no es objetivo ni imparcial. Ni bueno para una nación o sociedad.