ANALIZA DIFERENTES TEMAS GENERALMENTE POLÉMICOS DE NUESTRA FE CRISTIANA
PARA MOSTRAR SI TIENEN o NO SUSTENTO BÍBLICO.

"La pregunta principal que nos planteamos hoy es ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones de nuestros contemporáneos, a menudo cerrados, y en sus mentes, a veces distraídas por tantos destellos de la sociedad?"... ..."La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Dios ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar de Dios es, por lo tanto, la escucha de lo que ha dicho el mismo Dios."
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AAA ¿La fe es ciega e irracional? Demostración.



En casi todos los actos de nuestra vida tenemos fe. Pongo varios ejemplos sencillos para explicarme mejor.

Cuando tomamos un taxi o un bus o el metro, lo tomamos porque tenemos fe en que esas personas que los conducen y esos vehículos nos van a llevar a donde queremos ir, a nuestro destino. Eso es tener fe en esas personas.
Cuando alguien acepta un trabajo es porque tiene fe en que en esa empresa se podrá desempeñar bien y le pagarán su salario para alimentar y atender a los suyos. Eso es tener fe en esos empresarios, y en sus propias capacidades el mismo trabajador.

Cuando alguien se ennovia o se casa espera ser feliz con esa otra persona, porque tiene la fe puesta en ella de que así será.

Cuando buscamos tener un hijo estamos teniendo fe en que será sano, y crecerá siendo una persona de bien. Eso es tener fe en nuestra familia, en la relación de los esposos, en la misericordia de Dios, en la sociedad que lo acogerá.

Cuando nos inscribimos en la universidad es porque esperamos que esa institución nos de los conocimientos que necesitamos, para posteriormente usarlos para nuestro bien y el de la sociedad. Eso es tener fe en las personas que dirigen y enseñan en esa universidad, en nuestra capacidad de aprendizaje, y en que la sociedad tendrá fe en nosotros y acogerá nuestra capacidad de trabajo contratandonos.

Cuando compramos un vestido o un carro es porque tenemos fe en que nos serán útiles, porque creemos a las características y cualidades enseñadas por le fabricante o el vendedor, y por eso confiamos en que no perderemos el dinero. Eso es tener fe en los fabricantes que lo hicieron, en la persona que lo vende.

Cuando vamos al médico es porque tenemos fe en los conocimientos que obtuvo, y que por su ética y buena voluntad va a usarlos lo mejor posible para ayudarnos a salir de un problema de salud. Eso es tener fe en ese profesional.

Cuando creemos al estudio que publica un científico sobre un nuevo descubrimiento que ha realizado, por ejemplo una nueva vacuna contra una enfermedad, al aplicarnosla estamos teniendo fe en que lo que descubrió y ya comprobó es cierto y tendrá el mismo efecto protector en nosotros que en los demás. Y nos la aplicamos sin antes comprobar personalmente si lo que dice es cierto. Creemos en su testimonio.
De hecho, la inmensa mayoría de la población mundial, los usuarios de los grandes avances científicos o tecnológicos, como por ejemplo el descubrimiento de los microorganismos y el proceso que los elimina en los alimentos por parte de Pasteur, o el descubrimiento de la Penicilina por parte de Fleming, nunca los hemos comprobado directamente nosotros en un laboratorio. Pero sin embargo los usamos. Quien no se ha comido alguna vez un queso pasteurizado o no ha usado un antibiótico. Y al usarlos sin comprobarlos directamente estamos realizando un acto de fe en que lo que ellos dijeron acerca de las características de su descubrimiento es cierto.

Entonces todos los actos de nuestra vida, desde el mas sencillo hasta el mas elaborado, tienen un contenido de fe. Todos tenemos en cierta forma y en diferente grado la fe puesta en otras personas, porque hemos creído lo que otros nos han contado de sus propias experiencias con esas personas o servicios. Con el taxista, con el médico, con el empresario, con el vendedor, etc.; o porque hemos sido testigos directos de que lo que nos ofrecen ya lo han ofrecido a otras personas y lo han cumplido; o porque nosotros mismos lo hemos experimentado directamente al usarlos en ocasiones anteriores.

Si alguno de nosotros creyéramos o sospecháramos que alguien nos quiere engañar al ofrecernos un servicio o vendernos un objeto, no lo contratamos o no lo compramos. Lo que quiere decir que al hacerlo estamos en la práctica teniendo fe en que ese taxista, o ese empresario, o ese vendedor, ni han sido engañados por quien les enseñó lo que ofrecen, ni desean engañar a los que se los ofrecen, a nosotros.

Entonces la fe, aunque sea en personas humanas, la practicamos a diario hasta en las cosas mas sencillas de nuestra vida. También lo hacen los ateos.

Pues la fe en Dios es parecida, está llena de componentes y una estructura semejantes.

Dios se presentó a Abraham y le dijo que lo siguiera, y le prometió que si lo seguía le daría un hijo que aún no tenía y ya era viejo, que le daría una descendencia mayor que las estrellas del cielo, y le daría una Tierra que tampoco tenía. Y Abraham tuvo fe y lo siguió, porque creyó a lo que el Señor le prometía, llevarlo hasta esa meta con el poder que ostenta, lo mismo que creemos cuando nos montamos en el taxi y el conductor nos promete llevarnos a la dirección que le damos con el vehículo que tiene.

Jesús tuvo fe en que siguiendo al Señor aunque muriera por seguirlo lo resucitaría. Eso es una fe semejante, guardadas las debidas proporciones, a la que usamos al ir donde el médico, porque tenemos fe en que nos ayudará a sanarnos de una enfermedad.

Los Apóstoles tuvieron fe en que lo que Jesús les dijo de que era el Hijo de Dios era verdad, y por eso lo siguieron para formar su Iglesia. Esa es una fe semejante a la que usamos al comprar un vestido o un carro y por las características y la calidad que describe el fabricante o el vendedor decidimos comprarlo. De esa forma "seguimos" sus indicaciones y el camino que el fabricante nos propone, el que nos ofrece a través de las características del artículo.

Y como los Apóstoles pudieron comprobar que Jesús si era Dios porque resucitó y estaba en el Cielo como lo había dicho porque desde allá les envió su Espíritu Santo, su experiencia les dijo que eso mismo debían predicar al mundo entero para que otros conocieran y disfrutaran de lo que ellos vivieron. Esa es la misma fe cierta o testimonio que damos cuando nos sentimos muy satisfechos con algo que compramos o con el último viaje que hicimos y lo recomendamos a nuestros familiares o amigos para que ellos también disfruten el placer o la felicidad que nosotros disfrutamos.

Y cada persona que se ha hecho miembro de esa misma Iglesia de Cristo en estos últimos dos mil años ha tenido fe en que es cierto lo que ellos, los Apóstoles y cada uno de sus sucesores los Obispos, y los Sacerdotes, en cada época dijeron porque lo habían experimentado; o porque vieron el cambio de vida de otras personas, familiares o amigos; o porque directamente comenzaron a experimentarlo y por ello perseveraron en esa fe y la continuaron celebrando.
Esas son las mismas razones por las que tomamos un taxi o vamos al médico o compramos un vehículo, porque el fabricante o el vendedor u otros usuarios nos hablaron de sus beneficios; o porque ya hemos usado esos servicios u objetos antes y nos han parecido confiables, y queremos o decidimos seguirlos usando.

Todo ello nos demuestra que la fe en Dios que tenemos los creyentes no es ciega porque tiene los mismos fundamentos que la fe que ponemos en las personas y las cosas en nuestra vida diaria. La misma vida está llena de fe. Si no la tuviéramos en nuestro diario vivir nos paralizaríamos, nos encerraríamos en nosotros mismos. Sin tener fe en las personas y en las cosas y servicios que nos ofrecen no podríamos vivir.

Por eso llegamos a la Iglesia los creyentes, porque tenemos fe en que ni Dios la quiso ni la quiere engañar a Ella porque desde Abraham la viene cumpliendo, ni la Iglesia nos quiere engañar a nosotros porque muchos testigos han experimentado que es cierto lo que dice, que en Ella se obtiene la salvación, de la misma manera en que al contratar o comprar algo confiamos en que ni el fabricante ni el vendedor fueron engañados por quien les enseñó a elaborar y vender esos productos, ni ellos al fabricarlos y venderlos nos quieren engañar a nosotros. Ambas tienen los mismos fundamentos.

Entonces los que hemos sido ateos o los que lo son hoy, no tenemos razones verdaderas o de peso para no tener fe con el argumento de que "es ciega" porque dicen que supuestamente para tener fe se debe eliminar la posibilidad de usar la razón, argumento que resulta errado porque ya vimos que incluso los ateos usan una fe parecida a diario, la que no es de ninguna forma irracional pues está basada en el análisis de las características de lo que nos ofrecen, de los testimonios de quienes los han usado antes que nosotros, y en nuestra propia experiencia.
No podemos decir que es errado o irracional tener fe en la persona de Dios, si con razonamientos parecidos tenemos diariamente cientos de veces fe en otras personas, aunque no sean Dios.

La fe que usamos a diario sería ciega si tomáramos las decisiones que tomamos a diario sin considerar razonablemente si podemos confiar en las personas, los servicios y las cosas con las que a diario lo hacemos. Cuando decidimos hacerlo es porque hay un análisis previo a cada decisión, aunque sea superficial.
De igual manera la fe en Dios sería ciega si no hubiéramos analizado previa y muy racionalmente las razones y los testimonios que nos permitieron decidir confiar en Dios y seguirlo en la Iglesia. Son básicamente las mismas.

Eso es lo que debemos superar, porque esos argumentos, y los temores propios de confiar en alguien diferente a nosotros mismos, con respecto a Dios y a su Iglesia son infundados, porque igual los usamos y los tenemos con respecto a la fe que depositamos en las personas, las que somos mucho menos confiables y variables por ser humanos, y vemos que millones de veces no somos defraudados. Menos debemos esperarlo de Dios ni de su Iglesia, que son los que nos dan su testimonio de que es cierta la esperanza y la fe que tuvieron.

Las experiencias negativas al usar un servicio o un objeto, o la falta de veracidad o el falso testimonio de algunas personas, no nos han permitido perder la fe en las personas en general, ni en las cosas ni en la vida misma porque seguimos usándolos y seguimos viviendo.
De la misma manera el falso testimonio de vida de algunos fieles, o los errores personales cometidos por algunos pocos pastores, no nos deben permitir perder la fe en la Iglesia en general ni en Dios en particular. Menos debemos permitirlo si estudios han demostrado que los pastores que han caído en delitos no llegan ni a la mitad del 1%, índice muy inferior al mostrado en otras confesiones y por la sociedad en general.

Porque la Iglesia no solo conoce el camino porque ya lo ha recorrido, sino que a pesar de su edad es muy joven y siempre tiene un motor renovado: Jesucristo.

Debemos darle la oportunidad a Dios y arriesgarnos a seguirlo como lo hacemos con tantas personas a diario, porque si le seguimos siempre lleva a un destino seguro, la felicidad y la paz acá, y la vida eterna para siempre.