ANALIZA DIFERENTES TEMAS GENERALMENTE POLÉMICOS DE NUESTRA FE CRISTIANA
PARA MOSTRAR SI TIENEN o NO SUSTENTO BÍBLICO.

"La pregunta principal que nos planteamos hoy es ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones de nuestros contemporáneos, a menudo cerrados, y en sus mentes, a veces distraídas por tantos destellos de la sociedad?"... ..."La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Dios ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar de Dios es, por lo tanto, la escucha de lo que ha dicho el mismo Dios."
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AAA El Orden Sacerdotal y la Jerarquía de la Iglesia ¿son bíblicos? ¿Derivan del Sumo Sacerdocio de Cristo? ¿Todos debemos ser sacerdotes? "Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa", 1Ped 2,9; " Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos... ...Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado", 5:1



En muchos ambientes no católicos se dice que no es cierto que Jesús haya nombrado sacerdotes ni que el sacerdocio sea algo necesario en la fe cristiana. Y mucho menos se acepta que la jerarquía eclesial vigente en la Iglesia Católica, de forma piramidal, es decir, con una cabeza visible y muchas que a su lado gobiernan con él, y muchas otras personas subordinadas a los obispos (sacerdotes y diáconos) sea bíblica tampoco. Trataremos de demostrar si estas afirmaciones tienen sentido o no. Veamos:

Debemos preguntarnos inicialmente si existía en la antiguedad, en la religión judía del Antiguo Testamento, el sacerdocio. Y a ello debemos decir rotundamente que si. Dios nombra como sacerdote a Aarón y a su linaje(Ex 28, 1-3), el hermano de Moisés que le servía de portavoz ante el faraón por la tartamudez de este.

¿Y cuales eran sus funciones y las condiciones para ejercerlo?

1. La de servir de mediador o intercesor entre el pueblo y Dios, de quien venía directamente su elección y consagración pues tenía contacto con El (1-3).

2. Ofrecer sacrificios de víctimas y oblaciones en su altar para cargar de esta forma con los pecados del pueblo de Israel, los miembros de la antigua y única Iglesia, y atraer para ellos la benevolencia de Yahveh (Ex 28, 38).

3. Dios mismo le da la función a Aarón de recordarle en el Altar por medio de su mismo vestuario, mediante dos piedras cada una con los nombres de seis de ellos, a los padres de las tribus de Israel, los doce hijos de Jacob, que ya habían fallecido (Ex 28, 9-12). Esta era una forma de oración por quienes nos habían dado la Fe y ya habían muerto, los santos.

4. Era el único que podía entrar en el Santuario a la presencia de Yahveh, cumpliendo previamente unos requisitos de consagración, vestuario y santificación (Ex 28, 29. 35.41; 29).

5. Debían ser consagrados por Moisés (Ex 28, 41), el pastor del antiguo pueblo, el elegido de Dios para guiarlo hacia la Tierra Prometida, mediante un rito establecido por el mismo Dios (Ex 29).


Lo primero que debemos reconocer es que a Jesús es dado el título de "Sumo Sacerdote" por sus discípulos, y en la Epístola a los Hebreos San Pablo explica muy profundamente en que consiste el sacerdocio de Cristo:

En cuanto a su origen y autoridad: "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy." (Heb 4, 5).

En cuanto a su sacrificio:

"Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!” (Hb 9, 11-14).


La Biblia muestra que Jesús si eligió, formó y nombró a un jefe de la Iglesia, el que después se llamaría "Papa", término italiano de origen latino que por eso no aparece en la Biblia pues Jesús hablaba arameo, y que significa "Padre", cuando dijo a Pedro: "tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia", agregándole unas funciones específicas para él y sus sucesores en Mt 16, 13-20, entre ellas la de apacentar a las ovejas de Cristo (Jn 21, 15-19) y confirmar y alentar la fe de los miembros de su Iglesia. Jesús mismo oró para que la fe de Pedro y de sus sucesores fuera firme ante los ataques del demonio en el mundo (Lc 22, 32).

Y nombró apóstoles (los Doce y el reemplazo de Judas, Matías, por parte del resto del Colegio Apostólico, Hch 1, 26) a los que hizo sacerdotes desde la primera Eucaristía al pedirles a ellos que la siguieran celebrando en conmemoración suya, es decir compartiendo y participándoles de su Sumo Sacerdocio (Mt 26, 20ss) y con el mismo poder que les viene de El de pasar a las especies su Cuerpo y su Sangre.

El mismo Pedro se proclamó Sacerdote al hablar a los Sacerdotes a los que daba instrucciones:

"Exhorto a los PRESBÍTEROS que están entre ustedes, SIENDO YO PRESBÍTERO COMO ELLOS y TESTIGO de los sufrimientos de Cristo y COPARTÍCIPE de la gloria que va a ser revelada. 2 APACIENTEN EL REBAÑO DE DIOS QUE LES HA SIDO CONFIADO; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; 3 no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño. 4 Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria", 1 Ped 5, 1.
Ver también Tit 1, 5; Hch 14, 23; 16, 4; 1Tim 3, 1-10; 4, 14; 5, 17, 20; 2Tim 1, 7-9; 2, 1-2.

PARA SIEMPRE LA IGLESIA DE CRISTO DEBE HACER LO QUE ORDENÓ JESÚS, CELEBRAR LA EUCARISTÍA CON SU MISMO SACERDOCIO, EN CONMEMORACIÓN SUYA, DE SU SACRIFICIO EN LA CRUZ, PORQUE LO CONTIENE (1Cor 11, 26)...

Y reafirma Pedro la MISIÓN DE LOS PRESBÍTEROS O SACERDOTES COMO ÚNICOS APACENTADORES DEL REBAÑO DE DIOS, no por si mismos sino PORQUE SON TESTIGOS, y ¡¡¡¡¡PARTICIPES!!!! DE LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO (porque la viven en su interior: "con Cristo estoy crucificado"), y DE LA GLORIA QUE HA DE MANIFESTARSE QUE ES CRISTO MISMO QUE VIVE EN ELLOS ("y no soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mi", Gal 5, 22).

Pablo también dijo que él recibió del Señor la Tradición de la Eucaristía y la transmitió a todas las comunidades o iglesias que hacían parte de su Iglesia Universal, todas las que aparecen en el Nuevo Testamento, lo que demuestra su Sacerdocio, el que ejercieron los Apóstoles desde el mismo dia de Pentecostés con sus discípulos (ver Hch 2, 41-47):

"Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez LES HE TRANSMITIDO, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, 24 dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». 25 De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía»."


Pablo dijo expresamente también que "si alguno aspira al cargo de Obispo, desea una noble función." (1Tm 3,1)

Y ellos como Obispos también nombraron y ordenaron presbíteros (Tt 1, 5), Sacramento del Orden que existió desde la primera comunidad, la de Jerusalén (Hebreos), pues fueron los presbíteros de la Iglesia de Jerusalén (la primera Iglesia local) los que en unión de los apóstoles (Hch 15, 1ss) solucionaron las diferencias surgidas en Antioquía entre gentiles y judaizantes, que no es otra cosa que un Concilio, el primero de ellos, como existe en la Iglesia hoy.

Y Lucas narra la ordenación de Saulo y Bernabé: "Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron." (Hch 13,2-3)

Y Pablo ordena a uno de sus obispos, Tito, ordenar sacerdotes: "El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené" (Tt 1, 5).

Vocación que pide alimentar y mantener viva: "Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos." (2 Tm 1, 6).

Todo ello demuestra la existencia del Sacerdocio en la Nueva Alianza, lo que desmiente a quienes dicen que ya no debe haber Sacerdocio ni templos, sino solo predicadores.


Y los primeros que nombraron los apóstoles fueron los diáconos, para que los apóstoles se dedicaran exclusivamente al servicio de la Palabra y las Oraciones configurándose desde la primera Iglesia particular el Orden y las funciones del Obispo (Hch 6, 5) como responsable de la comunidad, de una Iglesia particular.

Ello demuestra que la jerarquía de la Iglesia si es bíblica, pues esta jerarquía solo está formada por el Obispo, el Sacerdote y el Diácono. No se deben confundir los cargos que desempeñan los prelados (Papa, Cardenal, Arzobispo, Presidente de la Conferencia Episcopal, etc) con la jerarquía del Orden en la Iglesia que es la que cuenta, pues todos ellos sin importar que cargo desempeñan son Obispos, Sacerdotes o Diáconos.


Cuando Jesús les dijo a los Apóstoles: "Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre" les estaba diciendo que la Eucaristía es el hecho central de la Fe cristiana, el que nos hace partícipes de la Nueva Alianza, como lo dijo Jesús. Y agregó: "Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío". Les ordenó seguirla haciendo en recuerdo suyo porque la muerte y resurrección de Cristo está realizándose de nuevo en cada Eucaristía pues "cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga". Como El mismo dijo, al comulgarla anuncia y realiza de nuevo su muerte en nosotros cuantas veces la bebemos, hasta que venga, hasta que resucite en nosotros por la manifestación visible de su Espíritu, 1Co 11,25-26.

Y es la Copa de la Nueva Alianza porque se estaba cumpliendo allí la promesa hecha por Dios en Jer 31,31: "Llegarán los días —oráculo del Señor— en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá" (a la que pertenece Cristo).

Por ello en la Eucaristía, que nos hace partícipes del sacrificio de Cristo en la Cruz, se renueva la Alianza Antigua de Moisés, la que fue sellada por Moisés y Aarón con la sangre de un cordero sacrificado, lo que dice Éx 24,8: "Entonces Moisés tomó la sangre con la que roció el pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la Alianza que Yaveh ha hecho con ustedes, conforme a todos estos compromisos.»". Solo que ahora el Cordero es Jesús, el mismo Hijo de Dios que se entrega por nosotros. En la Eucaristía somos de nuevo rociados con al Sangre de Cristo para que se realice en nosotros la Nueva Alianza que El selló con su Sangre.

Por ello al decirles Jesús a los Apóstoles que hicieran lo que El estaba celebrando, que consistía en pasar su Cuerpo y su Sangre a las especies del pan y el vino y compartirlo con sus discípulos, los miembros de su Iglesia, les estaba diciendo que debían realizar con su mismo sacerdocio (por la manifestación visible del Espíritu en El. ese mismo hecho que es hacer nuevamente su sacrificio, su muerte en la Cruz, al pasar nuevamente a las especies el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Ello a la manera de los sacrificios de corderos que realizaban los sacerdotes anteriores del Antiguo Testamento para expiar los pecados del pueblo, pero ahora el Cordero sería El mismo, y el sacerdocio ya sería el mismo de Cristo, pues estarían haciendo lo que Cristo hizo como Sumo Sacerdote bajo la guía, presencia y manifestación del Espíritu Santo por El recibida en su Bautismo: pasar a las especies su Cuerpo y su Sangre, fenómeno que es conocido como la Transubstanciación, y darla a los fieles como alimento espiritual, lo que los apóstoles solo hicieron después de Pentecostés, después de la manifestación visible del Espíritu a ellos.

Por ello al comer su Cuerpo y beber su Sangre Eucarística somos lavados poco a poco de nuestros pecados por la muerte de Cristo que la Eucaristía lleva contenida en las especies, hasta que el Señor venga y resucite en nosotros, hasta que se nos manifieste visiblemente: "anunciáis la muerte del Señor hasta que venga", como cité arriba.

El sacerdote no es mas que el intercesor entre el pueblo y Dios para ofrecer sacrificios a Dios por los pecados del pueblo. Pero el sacerdote debía ofrecer antes sacrificios por sus propios pecados para llegar limpio a ofrecer sacrificios por los del pueblo, lo que ya no tendrá que hacer pues al participar de la muerte de Cristo por su transformación interior previa necesaria para ser Sacerdote, transformación que han recibido los Apóstoles por la manifestación visible e interiorización del Espíritu Santo que recibieron en Pentecostés (la que transmitieron a sus discípulos en Hch 6, 1; 10, 54; 18, 6 y otros), por lo que ya han sido lavados de sus pecados con la preciosa Sangre de Cristo que la manifestación visible del Espíritu les trajo, y por eso ya no tienen que ofrecer sacrificios por sus propios pecados.

El sacerdocio de Cristo es "a semejanza de Melquisedec", quien es mostrado sin antepasados y por ello se sugiere como venido directamente de Dios, como es el de Cristo, ya que no fue "constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia" (que era como se hacían sacerdotes en la antiguedad ya que debían pertenecer o descender de la tribu de Leví), "sino según el poder de una vida indestructible" (de la resurrección de Cristo vencedor de la muerte), Heb 7,16. Por ellos el Sacerdocio de Cristo es "a semejanza del de Melquisedec", y el de la Iglesia es una derivación que nace del sacerdocio de Cristo, por lo que no se instituye un nuevo sacerdocio diferente al de Cristo en la Iglesia.

Por ello solo la manifestación visible del Espíritu, que es quien nos trae la muerte y la resurrección,la vida eterna de Cristo a nuestro interior, es el que hace nuestra vida, como la de Cristo, indestructible (por que la Eucaristía y su Palabra proclamada en ella nos van poco a poco transformando hasta que se desborda y recibimos la manifestación visible) por lo que es quien nos hace sacerdotes a semejanza de Melquisedec y de Cristo mismo. El sacerdocio y la Eucaristía son lo único necesario para llevarnos a Cristo y está mas vigente que nunca.

Y de ello habla claramente la Biblia: “Cristo Jesús es nuestro Sacerdote apropiado: santo, inocente, inmaculado, segregado de los pecadores y encumbrado por encima de los cielos” (Heb 8,26).

Pero nos hace partícipes de su Sacerdocio, nos transforma en sacerdotes:
"Y cantaban este cántico nuevo: Eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. Y LOS HICISTE UN REINO DE SACERDOTES PARA NUESTRO DIOS, y reinarán sobre la tierra.", Ap 5, 9-10.

Jesucristo “que nos ama, ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes", Ap 1, 5-6.

Lo que ratifica el Apóstol Pedro (que como Aarón en la Antigua Alianza fue el primer Sumo Sacerdote o Pontífice puesto por Cristo mismo del Nuevo Testamento o de la Nueva Alianza) a los discípulos de su misma Iglesia: "ustedes son linaje elegido, SACERDOCIO REAL, nación santa, pueblo adquirido, PARA OFRECER SACRIFICIOS ESPIRITUALES ACEPTOS A DIOS (como los israelitas pero mejores pues ahora son espirituales), por medio de Jesucristo" (1Pe 2, 9 y 5).

Y leamos lo que dice Lumen Gentium, uno de los documentos del Concilio:

“Los bautizados son consagrados por la regeneración y LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO COMO SACERDOCIO SANTO, para que ofrezcan sacrificios espirituales” (10). EL UNICO SACERDOCIO DE CRISTO, PARTICIPADO CON UN SACRAMENTO ESPECIAL POR LOS SACERDOTES MINISTROS, SE HA DERRAMADO SOBRE TODOS LOS BAUTIZADOS y CONFIRMADOS PARA OFRECER TODOS JUNTOS EL ÚNICO SACRIFICIO DE JESUCRISTO, Y REALIZAR EN EL MUNDO TODAS LAS DEMÁS FUNCIONES SACERDOTALES DEL SUMO y UNICO SACERDOTE CRISTO JESÚS."

Por ello los sacerdotes de la Iglesia, tal como lo hicieron los apóstoles, solo son ordenados como tales después de haber vivido esta experiencia de la manifestación visible del Espíritu, por lo que al imponérseles las manos en la ordenación después de vivir este proceso de transformación interior que lleva -pero no termina- a la manifestación visible del Espíritu, por ella participan del mismo Sumo Sacerdocio de Cristo.

Y por ello el sacerdote al consagrar las especies y convertirlas en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, está transmitiendo a las especies su propia condición interior, la de llevar a Cristo en su ser. Lo transmite porque lo tiene, reviviendo nuevamente la Eucaristía como si el mismo Cristo la estuviera celebrando.

Los fieles como nosotros, que no recibimos esa ordenación participamos del sacerdocio común o real de Cristo, pero igual somos sacerdotes al recibir la manifestación visible. Por ello es que se cumple la Palabra de que el cristianismo es formar "un reino de sacerdotes", lo que hizo Cristo en nosotros, en su Iglesia desde los apóstoles hasta hoy y lo seguirá haciendo hasta el final de los tiempos.

Y por ello es que el vestido de los sacerdotes no puede ser un vestido de calle pues los sacerdotes no actúan ni celebran en su propio nombre, sino en el de Cristo, que es quien se los impone, de la misma manera que el Padre se lo impuso a los israelitas en la antiguedad. Y por ello es que debe ser majestuoso y parecido al del sacerdocio antiguo que fue ordenado directamente por Dios a Moisés (pero muchísimo mas modesto por los tiempos que vivimos), por que el vestido sacerdotal representa la majestad y la autoridad de Dios que se hace presente a través del sacerdote (Ex 28, 2-4).

Por ello los pastores de congregaciones protestantes no pueden llevar a nadie a la salvación que es el encuentro personal y manifestado con Cristo a través de la manifestación visible de su Espíritu, la que no han vivido porque se realiza solo en la Iglesia que rechazan, por el sacerdocio y la Eucaristía, la que debe ser celebrada y su palabra proclamada por quien ya ha vivido esa manifestación. Nadie puede dar lo que no tiene, lo que no vive en sus ser.

De la Eucaristía nace y crece la Iglesia como un único Cuerpo, y de los sacerdotes de la Iglesia nace la Eucaristía para alimentar a los fieles hasta hacerlos sacerdotes.


Como nota final reproduzco el capítulo "Cuando se piensa" del libro "A mis sacerdotes", de Concepción Cabrera de Armida, viuda mexicana que por dispensa de Pio X fue consagrada religiosa, publicado en la página "Sacerdote eterno". Lo rematamos con una oración que hacemos nuestra publicada en la misma página:

CUANDO SE PIENSA

Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de aquellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote.

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

"Jesús que sientes compasión al ver la multitud que está como ovejas sin pastor, suscita, en nuestra Iglesia, una nueva primavera de vocaciones. Te pedimos que envíes: Sacerdotes según tu corazón que nos alimenten con el Pan de Tu Palabra y en la mesa de Tu Cuerpo y de Tu Sangre; Consagrados que, por su santidad, sean testigos de Tu Reino; Laicos que, en medio del mundo, den testimonio de ti con su vida y su palabra. Buen Pastor, fortalece a los que elegiste; y ayúdalos a crecer en el amor y santidad para que respondan plenamente a tu llamada. María, Madre de las vocaciones, ruega por nosotros. Amén."