El artículo que se encontraba en ésta página se ha editado y ampliado para convertirlo en un libro cuya carátula presentamos arriba. Esto con el objeto de explicar mejor y de forma mas amplia por qué Dios no castiga, incluyendo los aportes posteriores al artículo inicial.
Pero no podría acudir a mejores palabras para invitar a descargar y leer éste nuevo libro que las que amable y generosamente escribió Alejandro Bermúdez, de EWTN y Aciprensa, como Prólogo:
PRÓLOGO DE ALEJANDRO BERMUDEZ:
"El
estimado amigo Jaime GomesCasseres me pide una introducción a este libro
electrónico. El pedido me trae a la memoria y al ánimo, la reacción del gran
Lope de Vega:
“Un soneto me manda hacer violante
que en mi vida me he visto en
tanto aprieto…”
Sentimiento
sólo similar, porque existen importantes diferencias: primero, Lope de Vega era
la cumbre del soneto español, y por tanto su “aprieto” no era en realidad tal
cosa. En segundo lugar, a diferencia del mismo Lope, que concluía victorioso “y
ya está hecho”; yo jamás podré decir lo mismo; simplemente porque no tengo en
teología la destreza de Lope en poesía.
En
efecto, el tema de si Dios castiga o no es complejo, y por tanto es
comprensible que existan posturas encontradas, y que levante pasiones honestas.
Insisto y me refiero únicamente a las “honestas”, porque muchas de ellas no lo
han sido, y por eso, por el bien de la Iglesia y del mismo debate, deben ser
ignoradas completamente.
La
razón por la que admito encontrarme en “un aprieto”, es porque estoy convencido
que este aporte del hermano GomesCasseres es bastante más articulado,
consistente y espero, para quienes tienen el corazón y la mente abiertas a la
verdad, convincente, que el libro electrónico que recientemente publiqué “Dios
no Castiga”.
GomesCasseres
en efecto explica en este texto claro, sereno, articulado y sistemático, los
argumentos principales que sin ser yo teólogo, y con el simple recurso al
sentido común y la razón teológica -sustentadas ambas en una firme plataforma
bíblica y magisterial-, he planteado.
Son
argumentos, que para efectos pedagógicos, he propuesto como interrogante que
hasta ahora ninguno de los partidarios de la doctrina de que Dios “castiga” ha
logrado responder:
1)
¿De qué sirve apilar citas que supuestamente “demuestran” que Dios “castiga”,
ignorando sistemáticamente el corpus doctrinal y bíblico que le da contexto y
que enseña exactamente lo contrario?
2)
Si Dios castiga: ¿Cómo, cuándo, dónde y por qué castiga? La respuesta no puede
ser “sólo Él lo sabe en su omnisciencia”, porque si así fuera ¿Qué valor tendría el castigo, si el
destinatario es incapaz de discernir si está siendo “castigado” o sólo “puesto
a prueba en el crisol”? ¿Cómo quedaría –no la misericordia- sino la justicia
divina?
3)
Si los inocentes sufren sin explicación aparente, sin comprender por qué,
incluso sin tener uso de razón ¿Cómo explicar que eso es “castigo” divino,
especialmente si se lo contrasta con la trágica realidad -que ya desconcertaba al salmista- de la
prosperidad de los malos?
La
afirmación de que Dios “castiga” es por tanto, si se asume de manera absoluta,
no sólo un error –movido en casi todos los casos por la mejor de las
intenciones- sino una aberración que atenta no tanto contra la misericordia
infinita de Dios sino, más grave aún, como he insistido, contra su justicia.
En
mi libro electrónico, propuse apenas estas preguntas como breves interrogantes,
porque el objetivo era presentar los textos traducidos de dos teólogos que
además de ser altamente reconocidos por su acumen teológico así como por su
plena fidelidad a la Iglesia, recibieron ni más ni menos que el encargo directo
de la Santa Sede para intervenir en este tema.
Se
trató por tanto de un aporte modesto; pero con los elementos suficientes como
para poder sinceramente reflexionar; considerando que al conjunto del libro
electrónico le faltaba poco o nada: interrogantes cruciales, opiniones de
teólogos consumados, respaldo de la Santa Madre Iglesia y respuesta directa a
quien proponía entonces en Italia exactamente los mismos argumentos que los
partidarios del “Deo puniri” proponen. Desde entonces y hasta este momento,
nadie, entre los “homo punex” ha respondido… no a mí, sino a Mons. Inos Biffi o
al P. Giandomenico Mucci.
Por
eso es que esta obra de GomesCasseres es refrescante: porque finalmente avanza
el argumento hacia adelante: donde yo me limitaba a proponer interrogantes -que
insisto, no tienen salida para los “castigadores”-; él ofrece una propuesta articulada
con calma, claridad y sólidos argumentos magisteriales y bíblicos.
Quisiera
auspiciar que este aporte generoso y laborioso de GomesCasseres pusiera fin al
debate; pero conociendo las debilidades intrínsecas de nuestra naturaleza
humana, el sigiloso pero poderoso impacto que la herejía de “sola scriptura”
tiene en muchos de los autodenominados apologetas de hoy -incluso cuando
recurren al magisterio-; mezclada a veces a la ansiedad de atraer tráfico a
páginas web; es de predecir que el debate continuará. Sea pues.
No
todas las líneas argumentativas de Jaime GomesCasseres son las que yo
escogería. Pero precisamente en ello radica el valor de su aporte: en demostrar
que cuando se actúa con un poco más de conocimiento de causa, un recto uso del
magisterio, sentido común y contacto con la realidad, son muchos los caminos
que conducen a Roma.
Y
en este caso, creo que el camino de Jaime GomesCasseres para llegar a una sana
conclusión es más articulado.
No
puedo pues llamar a estas palabras un “prólogo”, como amablemente me pidió el
autor. Simplemente son palabras de felicitación al autor y de gran ánimo a los
lectores.
Lo
importante al final, gracias a aportes como el de este libro electrónico, menos
hermanos en la fe se verán confundidos con la vaga, uránica e irresuelta
propuesta de que Dios “castiga”.
¡Dios
NO castiga!
¡Buena
lectura!"
Alejandro Bermúdez